El gobierno de Trump aumenta las amenazas de sanciones a las empresas tecnológicas chinas según se acercan las elecciones en Estados Unidos, ya que la táctica de señalar a Pekín como la gran amenaza para las empresas y puestos de trabajo en Occidente está dando resultado, especialmente en la opinión pública de la propia Estados Unidos, donde la desconfianza respecto a China se ha disparado, como resalta el último estudio demoscópico de Pew Research.
Nada menos que el 73% de los adultos estadounidenses tienen una mala opinión de China, lo que supone 26 puntos porcentuales más que hace dos años. Las acusaciones de Trump también han calado en lo que atañe a la crisis sanitaria. Desde el pasado mes de marzo esta corriente de opinión contraria a China se ha disparado 7 puntos y es muy mayoritaria la opinión de que China tiene gran culpa de la extensión de la pandemia. En concreto, según la encuesta de Pew. Alrededor de dos terceras partes (64%) de los estadounidenses achacan gran parte de la crisis sanitaria a China.
Lo cierto es que la estrategia de Trump ha sido un éxito. Primero muestra a China como un país gobernado por un partido comunista maligno, y luego ataca a las empresas tecnológicas chinas por colaboracionistas con la intención de prohibirles el mercado y el aprovisionamiento estadounidense, y debilitar a esta competencia brutal de los líderes mundiales con sede en el país. Ya no se trata sólo de Hawei o Tiktok, sino que el ataque es masivo, según las cinco nuevas directrices del programa ‘Clean Network‘, anunciado esta semana por el Secretario de Estado, Mike Pompeo.
Washington es consciente de que China ya le supera en tecnologías tan relevantes como las de Inteligencia Artificial y quiere cortar de raíz la penetración china en las redes de internet 5G que moverán como nunca jamás antes billones de datos de todo tipo, o sea la riqueza de la nueva economía digital.
Pekín supera a San Francisco como ciudad
con más empresas punteras unicornios
Esta semana, la consultora Hurun, con sede en Shanghai, publicaba su índice mundial de unicornios, las empresas tecnológicas emergentes que ya valen más de 1.000 millones de dólares. Estados Unidos cuenta con 233 y China ya está a la par, con 227 de los 586 totales, y la capital Pekín cuenta con un mayor número 93, que San Francisco, 64, la ciudad faro de la innovación y la tecnología. China ya compite en este terreno de tú a tú con Silicon Valley. España cuenta con 2.
El anuncio de Pompeo establece cinco líneas de negocio en las que hay que apretar a China. La primera, llamada Clean Carrier, establece que las redes de telecomunicaciones de China no deben conectarse con las estadounidenses y no pueden dar servicios a y desde Estados Unidos.
La segunda, Clean Store, subraya que deben retirarse las aplicaciones no fiables (o sea las que Washington diga) de todas las plataformas estadounidenses, ya que amenazan la privacidad, envían virus y expanden propaganda y desinformación. Increíble pero así lo asegura el programa de Pompeo.
La tercera trinchera, Clean Apps, reclama severidad para prevenir que los fabricantes chinos o sus proveedores preinstalen material no fiable. Aquí citan a Huawei, como brazo de la cibervigilancia del Partido Comunista de China, que no respeta los derechos humanos. Recomienda que las empresas estadounidenses no deberían tratar con ella.
En cuarto lugar figura la llamada Clean Cloud, el gran negocio actual de albergar los datos en servidores, donde son líderes Amazon, Microsoft, IBM, etc. El Departamento de Estado advierte a los ciudadanos y empresas para que no contraten con las chinas Alibaba, Baidu y Tencent.
Por último, la Clean Cable, pretende asegurar que los cables submarinos que conectan las telecomunicaciones de Estados Unidos con la red mundial de internet no puedan ser manipulados por China. Aquí ya anuncia que trabajarán con sus socios extranjeros, o se los aliados, para que le sigan en esta tarea de limpieza. Estados Unidos tiene la mala costumbre política de entrometerse en las jurisdicciones de otros países para conseguir sus fines. La Unión Europea tiene que buscar su propio camino en las relaciones con China y no ser atrapada en la nueva guerra fría tecnológica que se avecina, que ha empezados por el sector de tecnologías de la información, pero continuará con el espacial, transporte y en todo aquel que los chinos avancen poniendo en peligro el poder estadounidense.