La apertura hace 25 años de un McDonald’s en la Piazza di Spagna de Roma, indignó al cocinero, sociólogo y escritor, Carlo Petrini, y le impulsó a crear el movimiento Slow Food –contra la ‘comida basura’ y la vida ajetreada- como protesta. Hoy cuenta con más de un millón de seguidores y emplea tres millones de euros anuales en hacer lobby en Bruselas. Presiona a los eurodiputados para que defiendan la comida sana y natural y un estilo de vida pausado. Y lo hace vigilando muy de cerca la reforma de la Política Agraria Común (PAC). Dentro de la estructura de la PAC, el movimiento es partidario de introducir cambios fundamentales para promover producciones a pequeña y mediana escala y vinculadas al territorio, además de crear sistemas agroalimentarios locales y que respeten los ecosistemas. “Promocionamos y defendemos el consumo de los alimentos como tienen que ser y apoyamos a los productores locales”, explica a la Celosía Juan José Burgos, responsable de Slow Food Madrid. “Defendemos a nuestros agricultores y pescadores artesanales”, señala el nutricionista catalán Lluis Vidal, impulsor de Slow Food Maresme y socio desde marzo pasado. Ambos representan a dos de los 39 convivium (asociaciones de ámbito territorial) existentes en España.
Una dieta que respete el Medio Ambiente
“Tenemos la visión de un mundo en el que todas las personas puedan acceder y disfrutar de la comida que es buena para ellas, para los que cultivan y para el planeta”, en esta frase resume Slow Food su filosofía. La respuesta del movimiento contra la proliferación de la ‘comida basura’ es una dieta de temporada fresca y sabrosa. Elaborada con productos locales cuya producción no daña el Medio Ambiente. Ofrece, además, precios accesibles para los consumidores y condiciones justas de pago para los productores a pequeña escala. Este maridaje entre la ecología y la gastronomía, la ética y el placer, se opone frontalmente a la estandarización del gusto y de la cultura, y trata de frenar el poder de la industria de la alimentación y la agricultura industrial.
“Se trata de defender a los productores locales y posicionarse a favor de la biodiversidad alimentaria”, subraya Juan José Burgos, responsable de Slow Food Madrid. “Preparamos proyectos para que el movimiento esté presente con sus productos en los comedores escolares, algo que se hará con la implantación de huertos escolares”, apunta el nutricionista Lluis Vidal, impulsor de Slow Food Maresme. Los socios desembolsan cincuenta euros al año y reciben información puntual de las actividades. En octubre tienen una cita en Turín en el ‘l Salone del Gusto y Terra Madre’. Aprovechando que la ONU ha declarado 2014 ‘Año Internacional de la Agricultura Familiar, en el Salone, 2.000 delegados de 1.000 comunidades harán acto de presencia para contar sus historias únicas y mostrar los frutos de su labor. El tema de la agricultura familiar se amplificará a través de una serie de conferencias, donde se abordarán algunos de los mayores problemas a los que ha de hacer frente la agricultura mundial, incluidos los cultivos transgénicos y el cambio climático. También se celebrará el éxito de su proyecto ‘Huertos en África’, y se debatirá cómo alcanzar el nuevo objetivo de los 10.000 huertos.
Los demás movimientos que utilizan la palabra slow se han inspirado en la filosofía creada y divulgada por Carlo Petrini. En 2004 la revista Time le concedió el título de “Héroe europeo”. En 2008 The Guardian le incluyó entre las cincuenta personas que podrían salvar el mundo.
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