Los responsables políticos no siempre son conscientes de que están siendo presionados por lobbies. En ocasiones se muestran ignorantes de la identidad y financiación de grupos a los que reciben en audiencia y que han sido creados expresamente para defender intereses particulares. Este es el diagnóstico de Emily O’Reilly, Defensor del Pueblo Europeo, que ha criticado la ingenuidad de algunos eurodiputados y funcionarios ante las artimañas de los lobbies camaleónicos durante el encuentro ‘¿Es Bruselas el nuevo Washington, DC? Lobby y transparencia en la UE’.
El mismo día en que varios expertos, entre los que se encontraba el vicepresidente de la Comisión Europea, Frans Timmermans, analizaban la forma de actuar de los lobbies en la UE y en EEUU, cien oenegés instaban a Timmermans a tomar medidas enérgicas y urgentes para que el registro sea obligatorio. Así se lo reclamaban en una carta firmada también por sindicatos. “Sólo cuatro funcionarios se ocupan en Bruselas de controlar el funcionamiento del registro lobbies, lo que no es serio”, asegura en las redes sociales Victoria Anderica, responsable de datos abiertos en organizaciones como Acces_info y tuderechoasaber, que han propiciado esta misiva. El registro aunque es vital, es sólo la punta del iceberg, en palabras del Defensor del Pueblo Europeo. “Los abogados de los lobbies, metafóricamente hablando, lanzan arena en los ojos de los responsables de las políticas en las que están interesados. Con ello tratan de asegurar que lo que hacen está bien fundamentado en la ley”, advierte Emily O’Reilly. El resultado puede ser retraso, dilución, o retiro de las directivas que les afectan, asegura.
Es importante saber si los funcionarios
soportan la presión de los lobbies
En los últimos meses, el Defensor del Pueblo Europeo ha abierto investigaciones, por iniciativa propia, sobre la transparencia, las negociaciones TTIP entre la UE y EEUU y el escándalo de las puertas giratorias. “Es importante para mí saber si las instituciones de la UE tienen procedimientos robustos para asegurar que sus miembros y funcionarios soportan la presión de los lobbies”, subraya Emily O’Reilly. Al respecto se permite sugerir a la Comisión y al Parlamento Europeo formación obligatoria para los funcionarios de la UE sobre la actividad de lobby. “En particular deben tener conocimiento de su camaleónica capacidad para adaptarse a los mayores retos que les exige la transparencia”, añade.
La política de influir es totalmente válida, admite Emily O’Reilly, e incluso esencial, para conocer las agendas de las audiencias que se celebran en Bruselas. “Lo que no es válido es dar un espacio privilegiado a ciertos intereses o encubrir los nombres de las personas influyentes que pueden estar financiando los lobbies”, concluye.