Por lo que me comentan mis colegas, los mundos relacionados con el feminismo y la innovación social caminan por separado. Suena raro y contradictorio, pero por lo visto es lo que sucede en casi todo el planeta. La innovación social, entendida como el conjunto de organizaciones que impulsan nuevos procedimientos, productos y servicios que tratan de responder de forma novedosa a las actuales necesidades sociales parece que no considera la desigualdad entre hombres y mujeres como una prioridad. Y seguramente, debido a esta falta de respeto, las organizaciones feministas y la infinidad de actores que promueven la igualdad de género tampoco prestan demasiada atención a lo que la innovación social les puede aportar, o no saben como acceder a estos métodos. En principio toda iniciativa novedosa encaminada a la lucha contra la desigualdad de género debería ser considerada como una innovación social, pero no hemos conseguido que estos dos mundos se comuniquen de la forma adecuada. Mis compañeras del programa Gender Futures pueden aportar las evidencias que soportan estas afirmaciones.
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