El Grupo de Expertos del Clima de Naciones Unidas (IPCC, por sus siglas en inglés) ha emitido un informe muy negativo sobre la lucha contra el cambio climático, que debe acelerarse si se quiere evitar un calentamiento del 2 grados que, basándose en 6.000 estudios científicos, resultaría catastrófico para el hombre, las especies y la Tierra.
Dice el informe que las emisiones de dióxido de carbono generadas fundamentalmente por los combustibles fósiles ya han originado un aumento de un grado de la temperatura media desde la revolución industrial, y es muy probable que entre 2030 y 2052 el calentamiento sea de 1,5 grados, pasando de este nivel el cataclismo estaría garantizado, según el IPCC.
Para no alcanzar esos dos grados, el informe señala la necesidad de reducir masivamente las emisiones de CO2 ya ante de 2030 (casi a la mitad respecto a las de 2010) y alcanzar en 2050 el punto neutro, es decir no emitir a la atmósfera más dióxido de carbono (también de metano y otros menos dañinos) del que puede retener la naturaleza. En cuanto al cupo de emisiones debería limitarse a sectores como la aviación, que tecnológicamente no serán capaces de funcionar con energía limpia.
Para consguir esta reducción radical, las transiciones energéticas planteadas por los gobiernos deben acelerarse e involucrar a todos los sectores y los ciudadanos, para consumir menos energía y limpia, actuando no sólo en la electrificación del parque automovilístico sino también en la construcción y en la industria energéticamente eficientes.
Las energías renovables deberán representar el 70% de la generación de energía eléctrica a mitad de siglo, la industria tendrá que bajar sus emisiones entre un 75 y 90% en 2050 respecto a 2010, el transporte, en un 65%, deberá funcionar con energías de bajo carbono, mientras que no se espera más del 5% en 2020. La transformación radical del sistema energético exigiría unas inversiones anuales de 2,4 billones de dólares hasta 2.035. Una cifra que se sitúa en torno al 2,5% del PIB mundial.
Estas metas contrastan con los pronósticos de demanda y oferta energética, que se han publicado el mismo día, por la Agencia Internacional de la Energía. El informe de la AIE prevé que las fuentes de energía renovable seguirán aumentando rápidamente en los próximos cinco años. En 2023 calcula la AIE que el 30% de la generación mundial de electricidad será de origen renovable y sin embargo las renovables sólo tendrán una cuota mundial del 12% del total de la energía que reclama mundialmente el sistema económico, ya que el transporte y la calefacción, que es donde se consume más energía, no funcionan con renovables.
Si los gobiernos no aceleran en los planes de introducción de las energías renovables no se conseguirá (10 puntos porcentuales menos) que en 2040, éstas tengan una cuota del 28% de la energía mundial consumida, un porcentaje que la AIE considera válido para mitigar el cambio climático y dotar de acceso a las energías limpias con redes transnacionales a todo el mundo.
La política medioambiental más ambiciosa sería muy eficaz no sólo en materia ecológica y de salud, además de frenar las catástrofes económicas que generan los incendios, inundaciones y otros cataclismos ocasionados por el cambio climático, sino en lo que atañe al empleo. Un informe de la Comisión mundial sobre la economía y el clima, cifra en 65 millones de empleos los que podrían crear unas transiciones energéticas ambiciosas.
Según este informe, las ciudades menos contaminadas, la agricultura sostenible, el desarrollo de infraestructuras ecológicamente amigables y otros factores, aumentarán la productividad y la inclusión social. Este cambio de modelo aportaría en torno a 26 billones de dólares hasta 2030, con una generación de 65 millones de empleos adicionales. Para conseguir estos objetivos los bancos multilaterales y de desarrollo tendrían que servir de ariete económico duplicando la financiación de inversiones hasta alcanzar los 100.000 millones de dólares anuales hasta 2020.