Cuando China ingresó en la Organización Mundial del Comercio en diciembre de 2001 se introdujo una disposición en el Protocolo de Adhesión en la que se dice que el coloso asiático debjará deberá de ser considerado como una economía de mercado en diciembre de este año. Hasta ahora, el hecho de que sea considerada una economía no libre permite la adopción de medidas proteccionistas antidumping con procedimientos en los que los países afectados utilizan métodos para determinar el valor de los bienes que les son muy favorables.
China no cumple todos los criterios técnicos para obtener ese estatuto, fundamentalmente la protección de los derechos de propiedad intelectual, las barreras a la inversión y la intervención sobre el tipo de cambio para fortalecer sus exportaciones, y en contra de lo que su diplomacia considera no hay un automatismo en el plazo y la consecución de ese estatuto. Las patronales europeas han comenzado una presión intensa para que no se le conceda todavía esa jerarquía o que al menos se le impongan medidas restrictivas cuando se tramite en el Parlamento Europeo y el Consejo la modificación del actual Reglamento antidumping de base.
La Cámara Europea de Comercio en China hizo público ayer un documento en el que se muestra la sobrecapacidad de la industria de la fábrica del mundo y reclama a las autoridades chinas que pongan fin a esta situación, que es el origen de la venta a pérdida y la invasión de los mercados europeos, con consecuencias catastróficas ya en algunos sectores, como el siderúrgico.
El presidente del más poderoso lobby empresarial europeo en el país asiático, Joerg Wuttke, ha subrayado que “China no ha concluido con éxito los intentos llevados a cabo en la última década para enderezar el problema del exceso de capacidad de su industria, lo que ha empeorado el problema generado no sólo a la economía del país sino a la economía mundial. Sin un esfuerzo constante para arreglarlo ahora, la sobrecapacidad impedirá el éxito de la reforma económica que el país se plantea”.
El informe recuerda que el Partido Comunista chino ha marcado como prioritario para el país acabar con la sobrecapacidad durante los últimos 8 años y, sin embargo, no se han realizado los cambios fundamentales, originando una situación insostenible por su elevado coste. En el estudio se refleja cómo ha caído la utilización de la capacidad productiva en seis industrias, entre 2008 y 2014 (el año pasado siguió la tendencia bajista). Así, el acero ha pasado del 70 al 60%, el aluminio (del 80 al 75%), el cemento ha caído tres punto, hasta el 73%, el refino está por debajo del 65%, habiendo sido el que más ha descendido, casi 15 puntos, el vidrio plano también ha bajado diez puntos y el papel y cartón ha sufrido una caída de 7 puntos.
China ha producido más cemento en dos años que las cementeras de Estados Unidos en el siglo XX
Para hacerse una idea de las magnitudes chinas, basta decir que sus fábricas producen ya más acero que Japón, India, Estados Unidos y Rusia, juntos, pero la mitad de sus plantas están en pérdidas. En cemento, sector espoleado por la burbuja inmobiliaria y la inversión en infraestructuras, las cementeras chinas han producido en dos años más que las de Estados Unidos en todo el siglo pasado. “Sobra capacidad hasta en industrias nuevas como la de renovables o en el automóvil, a pesar de la motorización acelerada de la sociedad china”, comenta a La Celosía un industrial asociado a la Cámara.
Cada vez que la Unión Europea protesta o saca un documento comprometedor, las autoridades chinas anuncian cierres y restricciones crediticias para las industrias deficitarias con el fin de alentar fusiones y reestructuraciones. Ayer mismo, las autoridades nacionales que regulan el sector de la energía anunciaron que este año cerrarán un millar de minas de carbón, con una producción de 60 millones de toneladas, una cantidad estimable pero que queda muy corta para los planes de reducir la producción en 500 millones en cinco años. Una reestructuración obligada la del carbón, teniendo en cuenta que se han abaratado muchísimo los costes del petróleo y gas, y China se ha comprometido a reducir sus emisiones.
El documento apunta las principales causas del exceso de capacidad, destacando el proteccionismo de las autoridades locales y la fragmentación de los sectores industriales debido al reparto de poder con las regiones, temiendo éstas las pérdidas de ingresos y el coste social que generan los cierres. Temores que se trasladan también al gobierno central que no hace demasiado por obligar a cumplir con las reglas y permite que los gobiernos locales sigan ofreciendo unas ventajas fiscales y ayudas enormes a la inversión. Además, los precios energéticos y otros costes fijos han sido muy bajos por las políticas gubernamentales.
También se sigue tolerando el incumplimiento de las normas medioambientales y sanitarias más básicas, originando una contaminación brutal. Por otro lado el modelo de gestión chino ha primado por encima de la rentabilidad la cuota de mercado y las fábricas han podido acceder a la tecnología necesaria para estar en el mercado a precios muy bajos porque han copiado bien y sin pagar regalías.
El lobby europeo reclama (recomienda es la fórmula diplomática) que se corte la inversión rompiendo la relación venenosa que mantienen los políticos locales con las empresas de propiedad estatal y la banca. Una reforma del sistema fiscal que permita otras fórmulas de financiación a las regiones, también hacer cumplir las leyes de medioambiente y proteger la propiedad intelectual para salvaguardar la innovación. Además, el gobierno de Pekín deberá ir eliminando los subsidios de la energía y mejorar las estadísticas y la transparencia de los datos de la industria para que las empresas cuenten con información fiable.
Sea lo que sea, la realidad es que si no se ataja el problema de la falta de rentabilidad de las empresas, los bancos pueden sufrir un número no manejable de impagados, ya actualmente en niveles muy altos y la mala asignación de los recursos originaría una pérdida enorme de la eficiencia china, pero también es cierto que la inmensa reestructuración de la industria conllevará despidos masivos con un coste social que el régimen no sabe si será soportable.
La inversión de China en Europa y Estados Unidos bate récords