El sueño de la recuperación del sistema tras la debacle de 2008, originada por la crisis financiera mundial, con la ruina de Lehman Brothers como hito fundamental, se está desvaneciendo. Los mercados se han apercibido de ello la semana pasada, coincidiendo con las reuniones del FMI y Banco Mundial en Washington, la capital del Imperio, que sirven además para aglutinar a las élites financieras, económicas y políticas.
La creencia generalizada, que casi nadie se atreve a proclamar, es que el mundo estará muchos años con un crecimiento económico muy bajo en el mejor de los casos, incapaz de generar empleo, con más de 200 millones de personas desempleadas. Las razones para este pesimismo, que se ha adueñado de los mercados, tanto de materias primas, como bursátiles, que han caído en picado en los últimos días, son que los motores económicos están gripados.
Algunos de los BRICS ya están en recesión
Estados Unidos no está ya dispuesto a continuar imprimiendo masivamente moneda, confiado como está de que la mejora de su economía lo permite. Dentro del conjunto milagroso de países de gran potencial de desarrollo, los famosos BRICS, Brasil está en recesión, Rusia, cerca del abismo por la guerra comercial que le ha declarado Occidente, y del coloso asiático, China, son legión los que consideran que sus estadísticas no tienen ninguna credibilidad.
Patrick Artus, el director de estudios de Natixis, considera que el PIB chino en lugar del 7% de crecimiento atribuido estaría entre el 1-2%. Como muestra de esta falacia, Artus señala que la industria, que según Pekín va como un tiro, con un aumento del 6,8%, el mayor en seis años, estaría estancada, lo que explicará que la demanda de carbón, petróleo y electricidad no aumenta. El exceso de capacidad es brutal y los bancos que han inyectado dinero a espuertas en fábricas y en construcción, se enfrentan ahora a un control de sus préstamos, ante la debilidad de las entidades financieras conocida por el Gobierno.
La inmensa burbuja inmobiliaria que ha mantenido el consumo interno por el efecto riqueza ha estallado. A estas malas condiciones económicas, no reconocidas todavía por Pekín, que impiden la creación de empleo, básica para mantener el régimen,se añaden problemas políticos, como la protesta de Hong Kong, los atentados de los musulmanes uigures, las disputas marítimas con sus vecinos y la corrupción. En definitiva, China ha pasado de solución a problema.
Europa ya es un problema desde hace años, como puso de manifiesto la crisis griega, que hizo tambalearse al euro. Alemania, la gran potencia del Viejo Continente comienza a sentir las consecuencias de la obligada austeridad, y sus previsiones de crecimiento han sido bajadas, como las de Italia, Francia y Japón, todos ellos países del G7.
La insolvencia generalizada de los Estados y familias
imposibilita el consumo, pilar del sistema
El gran problema es en cualquier caso la falta de solvencia, de los Estados y delos particulares, debido a la impagable deuda que soportan. Ya “ en niveles históricamente altos”, como ha recordado el FMI en su último informe, sigue incrementándose debido a la fragilidad de la economía. España, país al que sin ruborizarse se ha puesto, con seis millones de parados, como ejemplo de buen hacer, ha incrementado su deuda hasta el 100% del PIB y sigue con un déficit en las cuentas por encima del 4%. De media, la deuda pública de los países ricos se situará este año en torno al 107% del PIB, con la de Japón encabezando el grupo, en el 245%, Estados Unidos, 106%, Italia, 137%, Francia, 96%, etc.
La deuda pública y la privada, que también es colosal, impiden el gasto y dejan sin carburante al sistema , muy dependiente del consumo. En este marasmo, la ciudadanía, especialmente la europea, ha perdido la confianza en su porvenir económico a largo plazo, lo que está originando una radicalización de la política y el advenimiento de mesías y nacionalismos. El deterioro del nivel de vida, con muchas familias de clase media proletarizadas, es un grave problema, del que difícilmente se saldrá con recetas clásicas, incluso con quitas de deuda, sobre las que el FMI lleva trabajando mucho tiempo.