Mientras las autoridades de China tratan de ajustar la economía del país a un nuevo modelo basado más en el consumo interno y la fabricación de productos de alto valor añadido, dejando de operar como la fábrica del mundo, un cambio de modelo que genera dudas y desajustes en el resto de la economía mundial, la inversión directa del coloso asiático en Estados Unidos y Europa no tiene freno, habiendo conseguido en 2015 un récord en ambos bloques. El Viejo Continente absorbió 23.000 millones de dólares al cambio y Estados Unidos en torno a 15.000 millones. De esta forma, la economía europea captó más inversión que la estadounidense por vez primera desde hace 15 años, según los datos recogidos por Baker and McKenzie. En los cuatro últimos años de estos tres quinquenios se ha acumulado el 80% de la inversión total, que supera los 200.000 millones de dólares, repartidos casi a la par.
La inversión del pasado año se concentró en un puñado de sectores, concretamente el 73% fue a parar al inmobiliario y hotelero, automoción, tecnologías de la información y servicios financieros y empresariales. El apetito chino en Europa se centró principalmente en Italia (gracias a la compra de Pirelli), Francia y Reino Unido, y el dinero procedió en mayor medida de los grandes grupos empresariales chinos de capital público, mientras que en Estados Unidos fueron de procedencia privada.
Ya hay inversores privados que canalizan cantidades inferiores a 100 millones
La multinacional de servicios legales Baker and Mckenzie subraya que este año es muy posible que se supere el récord de 2015 por el ritmo de los dos primeros meses y unas compras en el punto de mira que superan los 70.000 millones de dólares, y destaca que en los últimos años la inversión china no se centra en tener la mayoría del capital sino que aceptan ser accionistas minoritarios, además de invertir en empresas de tamaño más pequeño, pero casi siempre con presencia internacional. Este tipo de inversión de menor escala, del orden de 100 millones es el preferido por los particulares multimillonarios, que el año pasado destinaron 2.600 millones a Europa y 3.400 millones a Estados Unidos.
Los inversores públicos y privados chinos han aprovechado las oportunidades de privatización y reestructuración originadas por la crisis, para saltar de cantidades marginales antes de 2008 a una media de 8.600 millones en los peores años de la recesión (2008-2102), hasta los 18.000 millones de 2014 y el nuevo récor del año pasado. España no figuró el año pasado entre los cinco países de Europa con más inversión china, siendo Italia el número uno, con cerca de 8.000 millones, más del doble que Francia y Reino Unido, ambos con más de 3.000 millones, seguidos de Holanda (2.500), Alemania (1.300) y una cantidad similar en Suiza. Las operaciones de más de 1.000 millones se produjeron en su mayoría en Europa. Por sectores, infraestructuras y transportes fueron mucho más numerosas en la Unión Europea, mientras que Estados Unidos era preferida en una relación de dos a uno en el sector servicios.
Las empresas chinas busca ahora marcas locales que puedan internacionalizarlas, y que les den acceso a tecnología y know how de fabricación y servicios. En cuanto a la inversión en hoteles, activos inmobiliarios e infraestructuras está más relacionada con la necesidad de invertir fuera por la menor rentabilidad que ofrece ahora su economía doméstica, en la que un incremento del PIB del 6% se puede decir que equivale casi a un estancamiento en términos de empleo. El rápido desarrollo del negocio de los servicios financieros en China ha propiciado que se dispare la inversión en estos sectores para adquirir conocimiento. Aseguradoras, capital riesgo y grandes grupos diversificados han invertido en este sector más de 15.000 millones el año pasado, desde casi cero hace tres años.