Uno de los retos a los que se enfrenta Donald Trump desde la presidencia de Estados Unidos es rebajar el consumo de drogas en Estados Unidos, que el año pasado originaron más de 50.000 muertes por sobredosis, un récord desde que comenzaron a registrarse en las estadísticas, y un incremento del 11% sobre el año anterior, superando ampliamente a los muertos por accidente de tráfico, 37.757 y por arma de fuego, 36.252. Trump aseguraba en su libro ‘The America We Deserve’ a comienzos de siglo que nunca había tomado droga alguna, ni una copa, ni fumado un cigarrillo y ni siquiera bebido una taza de café, siguiendo el consejo que le dio su hermano Freddy, alcohólico fallecido con 43 años en 1981.
Esta sobriedad no le ha condicionado en sus opiniones sobre las drogas, siempre muy liberales hasta antes de la campaña frente a Hillary Clinton cuando se mostró contrario a la liberalización de la marihuana a nivel federal, muy posiblemente por pura estrategia electoral. En los años noventa, Trump se mostraba partidario de legalizar las drogas y utilizar la recaudación impositiva en costear los programas de prevención.
En los debates con Clinton sobre el problema del consumo de opiáceos, el presidente electo habló también electoralmente dando prioridad a frenar la introducción de la droga en Estados Unidos, indirectamente responsabilizando del problema al vendedor, y eludiendo que hay un problema muy grave en la gran potencia mundial de salud pública, poniendo el énfasis en el coste de la drogadicción por pérdida de productividad. Sin embargo, las estadísticas que acaba de presentar el gobierno, con datos del National Center for Health Statistics, son lo suficientemente alarmantes como para tomar conciencia fundamentalmente sanitaria. El Congreso, que conoció ya el avance de los datos oficiales antes de ser publicados, se ha asustado y hace dos semanas decidió destinar 1.000 millones de dólares a partir de febrero, una demanda del saliente presidente Obama para tratar las adicciones.
El fentanil, la droga que mató a Prince, hace estragos
Los muertos por sobredosis asociada a la toma de opiáceos ilegales y a los legales prescritos por médicos fueron 33.091 en 2015, también nuevo récord. Si se desagrega esta cifra, se aprecia un incremento del 23% en las muertes por heroína, 10.574, y una brutal alza, del 73%, en las 9.580 originadas por sobredosis de opioides sintéticos, aparte de la metadona. Las autoridades imputan esta subida al fentanil, droga encontrada en el cuerpo del fallecido Prince, fabricado ilícitamente. Pero aún más preocupante es que siguió en ascenso, un 4%, los fallecidos por sobredosis de opioides prescritos, que superaron los 17.500, un número que triplica el de fallecidos con opiáceo prescrito hace 15 años. La diferencia entre los 52.404 muertos por sobredosis y los 33.091 de opiáceos, aparte de la metadona, se explica por ésta, la cocaína y las benzodiacepinas.
Esta epidemia opioide explica en parte que por vez primera desde 1993 la esperanza de vida de los estadounidenses cayera el año pasado, concretamente 36 días, quedando establecida en 78,8 años. Entre las diez principales causas de la muerte, en nueve se registraron aumentos, bajando sólo en cáncer. Son los blancos, hombres y mujeres, no hispanos y negros los que han visto decrecer su esperanza de vida.