La suspensión de pagos de Detroit no acaba con esta ciudad, pero lo que tiene de inquietante, en opinión del periodista Laurent Carpentier, es que nos anticipa el fin de una civilización. Esta ciudad se ha construido como una utopía alrededor de la genética de una revolución, la del automóvil. En Detroit se dieron cita todos los grandes sueños de determinada concepción del progreso, que hoy muestra sus miserias. Aquí no hay un problema de productos tóxicos financieros, sino la ruina de una industria que fue la base sobre la que se construyó el sistema económico occidental en el siglo XX. Su caída señala también el declive del petróleto, la contaminación y el cambio climático.